LOS FANTASMAS DEL HOSPITAL

Romualdo limpiaba el piso de una sección del hospital. Vestía un largo guardapolvo azul,
y empujaba un carrito donde llevaba los implementos de la limpieza. 
Como era de noche, el hospital estaba mayormente silencioso, y los sonidos llegaban
a él como ecos lejanos e irreconocibles. 
Estaba trapeando cuando escuchó unos gritos infrahumanos, que venían desde la sala de
enfermos mentales. 
Hacía más de dos años que aquella sala estaba vacía. Los gritos cesaron y Romualdo 
respiró hondo, y se secó con la mano el sudor frío que le corría por la arrugada frente. 

El hombre, si es necesario, se acostumbra a experimentar situaciones raras o aterradoras. 
Romualdo siguió con su trabajo. Estaba por salir de aquella sección. Al empujar una 
puerta que daba a un corredor, volteó hacia el lugar de donde venía, y vio que de 
la antigua sala de enfermos mentales, salía un hombre con chaleco de fuerza y pelo
revuelto y largo, y la cara llena de cortes. 
Romualdo cerró los ojos, al abrirlos el hombre ya no estaba, era una aparición. 
Así eran todas las noches de Romualdo. Tantos sobresaltos terminaron debilitando 
su corazón, y una noche, mientras limpiaba el piso del hospital, murió. 
Desde esa noche, los carritos de limpieza suelen moverse solos, avanzan unos metros
y se detienen; es el fantasma de Romualdo.

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