
Todo comenzó cuando en 1904 la adinerada familia Salaberry le compró a Máximo Fernández su estancia, llenándola de esplendor, colocándole una inmensa pajarera y hasta un zoológico en el cual, a modo de excéntrico lujo, había una pequeña fábrica de hielo junto al lugar donde estaba el oso polar… Como en todo zoológico, también los leones tenían su lugar, y para alimentarlos estaba un hombre mayor al que frecuentemente su pequeña nieta acompañaba, siempre llena de entusiasmo por ver a las bestias enjauladas.
No obstante, cierto día en que el hombre alimentaba a la leona, su nieta se acerca demasiado a la jaula y la fiera le da un zarpazo tan brutal que hace rodar su pequeña cabeza por los suelos, conmocionándolo a él, a los Salaberry y a los indignados moradores de la localidad, de entre los cuales muchos acudieron después al gran día en que la leona —presumiblemente en un estado de debilidad y agotamiento— fue ajusticiada en un duelo contra una poderosa mula…
Hasta allí las cosas parecerían haberse equilibrado; pero la niña, enterrada cerca de la capilla de Máximo Fernández, ha permanecido inquieta y perdida entre las brumas del más allá y el follaje que envuelve los viejos muros de la capilla, puesto que en mayo del 2011 se levantó cierto revuelo después de que una chica entregara al Canal 5 una foto en la que se puede apreciar un pequeño rostro fantasmal, asomándose en la Capilla de Máximo Fernández; foto que, según el dictamen de los especialistas, definitivamente no es un montaje… ¿Será entonces la niña decapitada años atrás por la leona?
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